El pasado martes, la diputada de Compromís, Mònica Oltra, denunció el deterioro de la fachada del Palau y esgrimió una foto en que se veían esos abombamientos. Fuentes oficiales respondieron de inmediato que se trataba de un efecto de la luz. Cuando el sol da directamente sobre la fachada, el “trencadís deja traslucir los cordones de soldadura que sostienen la cáscara metálica”, señalaron. Desmintieron rotundamente cualquier problema y aseguraron que el edificio es sometido a controles periódicos. El estudio de Calatrava en Zurich no respondió ayer a las peticiones de este periódico. El arquitecto ha cerrado su estudio en Valencia y su sociedad de inversión en Madrid.
El profesor de Construcción de la Escuela de Arquitectura de la Universidad
Politécnica de Valencia, Vicente Blasco, observó ayer directamente “esas
arrugas” en zonas soleadas y sombreadas y sostuvo que, posiblemente, están
provocadas por la aparente “falta de juntas de dilatación” y “por la
incompatibilidad en el cociente de dilatación de las planchas de acero y el trencadís de
cerámica de su revestimiento”. La impresión es similar a “cuando empujas un
papel por sus extremos. Se contrae y se arruga”, añadió.
Óxido en la fachada
del Palau de les Arts / JOSE JORDÁN
Cuando hay notables contrastes térmicos, como ayer que en Valencia se pasó
de 9 a 25 grados, los materiales tienden a contraerse y dilatarse. “Más tarde y
más temprano, el recubrimiento cede y se empieza a desconchar. Entra el agua y
se oxida el acero. De hecho, ya hay manchas de óxido”, dice Blasco señalando
una parte de la fachada. Para el experto no hay justificación de que un
edificio con un coste tan elevado presente esos problemas en tan poco tiempo.
Añade que es arriesgado utilizar trencadís en tan grandes
superficies y más sobre una plancha metálica. Gaudí, quien lo popularizó, lo
empleaba con mayor mesura.
Que se pinte como un
barco
El arquitecto Carlos Meri, autor del paso elevado del puerto de la Copa del
América o de algunas estaciones de la línea 3 del metro de Valencia, deja
constancia de que no tiene conocimiento directo de los abombamientos y de la
sección constructiva del edificio. Sin embargo, no avala la versión oficial de
que los abombamientos son “los cordones de soldadura”. “Si fuera eso”,
diagnostica, “se pasa la lija y queda liso”. Meri relata que siguió de cerca el
proceso de construcción y le produjo “perplejidad” el sistema: plancha de acero
soldado, mortero y cerámica pegada (trencadís). “Me dije: eso va a
saltar”, recuerda. Le llamó la atención que Calatrava “se atreviera a meter
cerámica sobre la plancha de acero” y advirtió que el trencadís se
ponía por la noche, con el material frío, ya que el mortero no agarra con
calor.
Meri incide en que la cerámica a la intemperie se va deformando por el
gradiente térmico y “a la larga se cae”, porque aunque es impermeable por la
hidrofugación, el mortero no lo es aunque esté hidrofugado y tiene una vida de
unos 10 años: “El agua se filtra y pierde adherencia”. Según explica, la
cerámica sobre hormigón no ofrece ningún problema porque hay mucha masa, pero
sí sobre acero de poco espesor. “Con esa superficie curva y dándole el sol…”.
Eso y las tensiones internas de los distintos materiales por la dilatación
térmica, “completa el cóctel”. Como solución, Meri propone “que le quiten el trencadís y
lo dejen pintado porque va a ir a más”. Y a partir de ahí, “lijar y pintar,
como las cubiertas de los barcos”.
Otro arquitecto consultado, Carmel Gradolí también constata que el edificio
“está arrugado”. “Y el resultado estético perseguido en un edificio como este
no es el adecuado”, indica el autor del Centre Cultural la Rambleta de Valencia
y premio Unión Europea de Patrimonio Cultural por la restauración del Horno
Alto número 2 de Sagunto. A falta de un análisis más profundo, desconoce si la
causa es “el mortero o la base”, pero en todo caso considera que “se tendrían
que tomar medidas porque afecta a la seguridad”. “Si caen piezas, habría que
pedir responsabilidades a la constructora”, agrega.
No hay comentarios:
Publicar un comentario